DIARIO DE LOGÍSTICA TRANSPORTE Y ALMACENAJE - 31/10/2024
La Dana y 95 muertos una vergüenza para la ingeniería de caminos española.
Los ciudadanos más humildes, como los ancianos de esta residencia de Paiporta, 5 de los cuales murieron ahogados, se preguntan quiénes son los responsables de predecir estas catástrofes. Si algo se puede hacer. Los políticos no están dispuestos a explicárselo, muchos de ellos completamente ignorantes y ajenos a lo que pasa cuando este país, es un país continuamente afectado por este tipo de episodios, está en su historia en los nombres de los pueblos y ríos, no lo pueden ignorar. Por contra se enseña que tienen que ser resignados y fatalistas. Eso si los políticos están prestos a salir en la foto con el chalequillo, de cualquier miembro de la unidad de emergencias.
Los responsable de las cuencas avisaron a las 17 horas pero los políticos solo enviaron las alertas a las 20.10, pero todo el mundo calla.
Es una vergüenza que nuestra respuesta ante una previsión de choque de aire supercargado de humedad en las capas altas con aire frío se haya parecido mucho a lo que pasó en Libia. Gracias a Dios no se han roto algunas de las presas y habríamos tenido la situación de Libia o la de la presa de Tous de hace 40 años. Pero igualmente la presa de Forata, con 37 hectómetros de capacidad, es de 1969, e insuficiente para detener las avenidas, se llenó rápidamente, y para que no se desbordase los ingenieros abrieron las compuertas. La presa debía haberse recrecido hace tiempo tiene espacio para doblar su capacidad.
El río Magro tiene una historia torrencial, conocida desde tiempos de los árabes. Desde el año 1961 está prevista una presa en Vilamarxant, se sabe que el nuevo cauce del Turia es insuficiente.
95 muertos son muchos muertos, 35 concentrados en Paiporta de los cuales se está informando muy poco, y como no se los puede apilar uno tras otro, como en Gaza, y rápidamente se les da sepultura la gente cree que esto es un episodio de lluvias torrenciales como si tal cosa.
Es una absoluta vergüenza para la ingeniería que se ocupa de estos temas de los cauces que no es otra que la Ingeniería de Caminos Canales y Puertos que tiene instrumentos desde hace muchísimo tiempo para predecir lo que pasa en los cauces, en las ramblas, en las torrenteras, en los ríos y sobre el territorio para cualquier cantidad de agua caída.
Cualquier ingeniero recién titulado se acuerda de los cálculos hechos a mano y por cuadrículas, para una determinada zona de captación de agua, lo que los ingenieros llamamos una cuenca, para calcular con precisión cuando se produce la mayor avenida para una cantidad de agua caída por metro cuadrado.
Aquellos cálculos a mano que se nos obligaba a aprender con buen criterio, se han visto completamente sustituidos por modernos sistemas de cálculo numérico que tienen una precisión asombrosa. Elementos finitos que descomponen el territorio con precisión. Los modernos satélites combinados con la información del terreno calculan con precisión la escorrentía.
Pues bien la Agencia Española de la Meteorología, la AEMET, que por cierto está dirigida por una ingeniera de caminos, María José Rallo, abajo, proveniente hace un año del Ministerio, parece estar todavía hoy en la Edad de Piedra.
Es un ejemplo de cómoda disociación de responsabilidades. Poco más o menos que la AEMET, agencia española de la meteorología se escabulle en que lo único que tiene que hacer es predecir las lluvias y lo que pasa sobre la superficie del territorio pues allá alguien del Ministerio lo tendrá que calcular.
Si esto fuese una cosa que pasa cada doscientos años, podría argumentarse que la experiencia de vida de los ingenieros y los jerarcas políticos no les llega a vislumbrar y a recordar episodios así; pero España es un país donde en el período de vida de cualquier persona ya ha visto tres o cuatro gotas frías y danas y claro los ingenieros y los expertos meteorológicos tienen los datos de los últimos cincuenta o cien años y tiene muy claro lo que puede pasar. Los políticos igual.
En la era en la que los americanos de Google Maps nos tienen fichados hasta donde aparcamos en el coche, cuando los ingenieros americanos tienen planos topográficos, mucho más exactos que los que tiene el Instituto Geográfico Nacional, o el ejercito español, cuando sus satélites mapean el territorio para permitir precisos bombardeos que meten una bo
mba de 500 kilos por la ventana de un edificio; no se entiende que no haya las capas técnicas por encima de esos planos para que calculando las probabilidades de caída de agua calculen inmediatamente y en cuestión de segundos que cauces, ramblas, que situaciones del terreno son más proclives a ser inundadas.
La cosa no es nada complicada es una cuestión de cuanto agua cae sobre una superficie determinada, la velocidad de propagación de ese agua por las pendientes, lo que llamamos escorrentía, y después por donde tiene que pasar ese agua dada las constricciones del terreno.
Con los modernos sistemas numéricos eso es algo que tenía que estar incluso al alcance de la mano de ser consultado por cualquiera en una app de un teléfono.
Pues bien nada de eso se hace, y cada vez que cae agua, los meteorólogos hacen cálculos de que agua puede caer por metro cuadrado y estos cálculos se disocian completamente de la escorrentía del agua que va a correr por encima de la superficie, una cosa son las precipitaciones y donde desagua ese agua es cosa de otros.
Pero es que además los modernos radares de lluvias y los satélites son capaces de predecir para acumulaciones de nubes y de tormentas el caudal de agua que cae por metro cuadrado, eso superpuesto con los cálculos geodésicos del terreno dan inmediatamente que cauces que ciudades van a ponerse en peligro. Y si los radares y los satélites fallan, hay aforadores en los cauces, que alertan tempranamente aguas arriba del aumento de caudal.
Nada de eso se hace y es posible por muy poco dinero.
Los ingenieros al servicio de los políticos no quieren denunciar estas situaciones porque igual no vuelven a trabajar.
Continuará con más datos reveladores de por que no se hizo desde el año 196 la presa de Vilamarxant.
El editor es Ingeniero de Caminos, con carreras completas aquí y en el Reino Unido, amante de su profesión siente una profunda vergüenza de que sus compañeros callen. Una profesión embarrada por la construcción, por parte de compañeros nuestros, que sin escrúpulos han construido un oligopolio de 5 constructoras a nivel nacional y otras tantas en cada comunidad que constituyen una oligarquía sin competencia extranjera. Los poderes económicos la banca y el Gobierno lo han permitido y alentado se lucran de ello, es un circuito de corrupción y de rentas. A la par que se impide a las constructoras extranjeras operar aquí. Un coche japonés o americano se puede vender aquí a miles, una empresa de obras públicas no. Aquí el ingeniero que habla no vuelve a trabajar. Se entiende que los compañeros jóvenes tengan miedo pero que los mayores y jubilados sin anda que perder callen no tiene un pase.
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